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El Nuevo Hitler: La Hora de los Monstruos

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¿Cómo será la lucha de clases en la Era de la Cultura Nike? ¿Cómo emprender una revolución humanista en la era del individualismo?. En la era donde el Sr. Trump encarna un populismo de derecha que siempre se llamó fascismo. Ese es su verdadero nombre. Y –juzgados por sus hechos, sus modos y los resultados– también lo es el gobierno macrista en Argentina, y cada vez mayor cantidad de gobiernos en el planeta, mientras en el discurso del establishment el populismo ha sido el Monstruo Satánico de la política mundial de los últimos por lo menos 20 años, todo lo que antes se condenaba como "comunismo" o "izquierdismo" pasó a ser estigmatizado ahora como "populismo" por simple odio a lo "popular", a lo comunitario, a lo social, porque con el individualismo es fácil llegar a la masa manipulable, estúpida y obediente, que apoya a sus verdugos y ayuda a crear la nueva ola de violencia que se cierne sobre el mundo.


Muchos celebran que en EEUU ganó el modelo antisistema. No jodan, que Pato Donald Trump no es un personaje antisistema. Es sólo un modelo casi caricaturesco de un sistema que hace aguas, pero uno más en un surtido que incluye a Peña Nieto en México, Rajoy en la España envejecida, Temer en el Brasil arrasado por los canallas y, para escarnio de nuestra dignidad como sociedad, este zángano mafioso e ignorante de Marioneta Macri que compró buena parte de compatriotas enfermos de odio y ceguera cultural.

El racismo, la violencia y la discriminación ya se les metió en el cuerpo y el alma de los pueblos otra vez, como tantas veces en el pasado. Pueblos llenos de celulares, tabletas, computadoras pero imbecilizados en su racismo, en su odio, en su ceguera e idiotez que hace resurgir los oscurantimos más terribles de la humanidad, donde las ideologías fascistas y nazis vuelven a gobernar


"El viejo mundo está muriendo y el nuevo aún lucha por nacer: ha llegado la hora de los monstruos"
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Antonio Gramsci

Mucha gente, en todos lados del planeta, sufre. Bajo las políticas neoliberales de desregulación, privatización, austeridad y comercio empresarial, los estándares de vida han caído drásticamente (ni hablar en Argentina). Han perdido sus empleos. Han perdido sus pensiones. Han perdido buena parte de la seguridad social que permitía que estas pérdidas fueran menos aterradoras. Todo el mundo ve un futuro aún peor que su precario presente. Al mismo tiempo, somos son testigos del ascenso de la clase de Davos, el gobierno de los ricos, el control del 1%, una red de multimillonarios delincuentes gozando del éxito y de una fiesta a la cual los pueblos no fueron invitados, y muy dentro de nosotros mismos sabemos que esta creciente riqueza y poder de alguna manera está conectada con nuestras crecientes deudas e impotencia para cambiar las cosas.

Pato Donald Trump le habló directamente a ese dolor. La campaña del Brexit le habló a ese dolor. También lo hacen todos los partidos de extrema derecha en ascenso en Europa. El mensaje de Trump fue: "Todo está para el culo" y Clinton le contestó: "Todo está bien" y aquí tienen el resultado de la elección.
Votaron por Trumpeta los marginados, los perdedores, los invisibilizados por los grandes medios de comunicación, los expulsados por un sistema; el neoliberal. A ellos habría que agregar a los que no han sido expulsados, ni marginados, pero que sienten que en cualquier momento pueden serlo. Es la inseguridad sembrada por el neoliberalismo el que ha dado el triunfo a Pato Trump gracias a su lenguaje y discurso simple, directo, al mentón, burdo, sin pelos en la lengua, apelando a las emociones y los sentimientos básicos de quienes están en la cuerda floja.
Es toda una paradoja que los perdedores voten por quien – a sus ojos – es visualizado como un ganador, la misma paradoja de la torturada que se enamora de su torturador, de quienes votan por candidatos formalizados por la Justicia, de pobres votando por multimillonarios, de víctimas votando por sus verdugos. La cultura Nike que exalta el exitismo se cuela hasta en la rebelión social. Cuando lo único que tiene el hombre de a pie para rebelarse con un sistema es esperar 4 años (o los que le correspondan según su país) para votar a alguien que sabe que lo traicionará, y del cual se va a arrepentir en una rueda sin fin. Realmente un panorama lamentable. Pero quizás lo más destacable es esas ganas de patear el tablero aún cuando sea en su propia contra.



Hay una manada de lobos hambrientos que nos necesitan como mercancía y que nos están acorralando desde todos los ángulos para sus necesidades más inmediatas, desprendiéndonos a su vez de nuestro humanismo a pasos acelerados, y ni nos damos cuenta. Pero los pueblos, aunque no entiendan lo que sucede, lo vive en carne propia. Lo ocurrido en EEUU es la expresión de un desencanto con la política que ya se ha expresado en otras latitudes. En Inglaterra, por similares razones, ganó el Brexit cuando desde la fiebre de las alturas todos daban por sentado que triunfaría la permanencia en la Unión Europea. En Colombia, el presidente Santos organizó toda una parafernalia en torno a un acuerdo de paz que plebiscitó en la confianza que el pueblo colombiano lo aprobaría. Pero no, perdió.
Y en ese caos, aparece no solamente el discorso xenofóbico de Trump Occidente vuelve a hablar de fascismo. Mientras en Europa proliferan los partidos políticos de extrema derecha alineados al fascismo que copan un porcentaje notable de asientos parlamentarios, Ucrania tiene su gobierno nazi. Latinoamérica, por otra parte, vive el brote de gobiernos de derecha (con amplios rasgos fascistas) que llegan al poder por elecciones o nuevos y camuflados golpes de estado.

Quizás sea la nueva etapa neoliberal: la derecha radicalizada con discurso fascista y que pone al pueblo contra el pueblo, pobres contra pobres, víctimas contra víctimas mientras siguen gobernando en medio del caos que el mismo neoliberalismo a creado.

Vivimos en la sociedad neoliberal del culto al individualismo. Vivimos en sociedades cuyos valores exaltan el racismo, la homofobia, el antisemitismo, la xenofobia, el fanatismo, el odio y la intolerancia. Y votamos en consecuencia.
Cada vez hay mayor cantidad de personas que reivindican tiempos donde la humanidad supo descender a las más despreciables profundidades de crueldad y refinamiento del sadismo, a la barbarie espiritual, a la esclavitud de las almas y de los cuerpos. Hay mucho racismo en la sociedad, crece el peligro, crece la violencia y el número de víctimas y victimarios.

Nadie se reconoce como "clase social" porque el individualismo a reemplazado la solidaridad social, y el pueblo equivale a un ejército de individualistas que tienen los mismos problemas pero se sienten solos (y encima, quieren estar solos porque el sistema les hace creer que los demás quieren quitarle todo lo poco que posee) y quieren salir de su desesperanza a los ponchazos, desesperadamente y sin un rumbo cierto. Y entonces votan a engendros como Trump y tantos otros. O se instala el gobierno nazi (como en Ucrania), o avanza la ultraderecha nacionalista más rancia, como en toda Europa. Un nuevo Hitler está por nacer, o quizás ya ha nacido, y está listo para dar su batacazo demente e inflingir más daño al mundo.
Y ojo que no digo que Trump sea el Nuevo Hitler (al menos no lo creo, aunque es un estúpido con demasiado poder) sino que digo que están dadas las condiciones para que surja un nuevo movimiento oscurantista fascista dirigido por un loco delirante, o varios, tal como ha sucedido en el pasado. Parece que ello sucederá si antes no aparece una verdadera alternativa (real) de soluciòn de los problemas cotidianos y tangibles del gente.

Es un signo de estos tiempos: no reconoce al otro como un igual. Y quien pueda presentar un alternativa que sea acorde al individualismo (Trum, Macri o los fachos europeos, todos ellos tienen un discruso acorde al individualismo) tendrá las de ganar. El mundo como lanzado a la furia sin freno de la lógica neoliberal en su carácter destructivo. En la exaltación del individualismo, el destino de privaciones parece asumido como irremediable, y el resurgimiento de la Bestia, algo inevitable. Salvo que lo evitemos, claro.
Se ha construido una sociedad deshumanizada y, que peligrosamente no ha tomado el recaudo de formar nuevas alternativas, porque si el edificio del capitalismo está en llamas, ¿cuales son las escaleras de incendio?. En un momento existían las alternativas de que si salía mal un tipo de sociedad siempre había otras ideologìas y sistemas por los que elegir: cuando fallaban sistemas despóticos estaba el socialismo, si fallaba el socialismo estaba el comunismo o el capitalismo, pero hoy hemos llegado a una situación global de un mismo sistema neoliberal único con individuos formados en el individualismo, la competencia y el consumismo y por lo tanto incapaces de afrontar un desafío comunitario, ¿y cuales son las alternativas?. La ecuación es falsa: la desesperanza, la búsqueda de soluciones mágicas y mesiánicas. Por ello en todo el mundo avanza el fascismo. Pero en realidad lo que avanza es la desesperación, el individualismo y la discriminación en todos los pueblos del mundo.

Con respecto a la lógica y dialèctica de la izquierda... ¿de qué lucha de clases pueden hablar cuando la gente ya no se aglutina bajo ninguna bandera, ninguna ideologìa, ninguna solidaridad de clase?

Este escenario complejo y regresivo no debería paralizar a quienes trabajan para lograr un mundo mejor y más equitativo, al debe contrario, alienta nuestra lucha colectiva, buscando cómo llevar adelante una estrategia acorde a los tiempos y no basados en viejas fórmulas arcaicas. Al fin de cuentas, será como dijo alguna vez Manuel Belgrano, que "Los hombres no entran en razón mientras no padecen"; porque la reacción ante tanto futuro desgraciado a la vista, todavía no ha logrado movilizar lo suficiente a unos pueblos sumidos en la anomia y acostumbrados a la anomalìa del gobierno de los ricos, atravesados por relatos mediáticos de corrupciones, de enemigos inventados (terroristas, kirchneristas, chavistas, islámicos, comunistas o lo que sea) por los mismos que les originan las pobrezas.
La campaña de Trump fue abiertamente racista, y eso parece haber motivado a una aterradora cantidad de votantes. Es un signo de los tiempos.
Las respuestas neofascistas a la desenfrenada inseguridad y desigualdad no se van a ir. Pero lo que sabemos de los años 30 del siglo pasado es que lo que hace falta para enfrentar al fascismo es una izquierda verdadera, activa y con los pies puestos en la realidad y problemas de hoy. Es necesario que construyamos un movimiento radical que tenga una auténtica respuesta al odio y al miedo que representan los Trumps de este mundo, y que no dejemos que avancen los nuevos Hitlers que pugnan por resurgir en todo el planeta.
Este escenario complejo y regresivo no nos debe paralizar, al contrario, debe alentar a la búsqueda de una lucha colectiva posible. Simplemente porque es la única alternativa al suicidio. Y la única manera de que los pueblos se liberen del yugo de los poderosos es que construyamos una sociedad hecha de reconciliación, de equidad, de solidaridad, de humanidad, de paz y de futuro. Esto sólo es posible si todos los pueblos, todas las culturas, van hacia un mismo plan de igualdad humana, totalmente contraria a la dirección de estupidez, odio y racismo por la que camina actualmente. Es la única manera de librarnos de los monstruos de los que hablaba Gramsci, para entrar al nuevo mundo que pugna por nacer.


Acá va el texto de la entrada


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